Senador Jorge Gandini: “Uruguay debe declarar a Hamás como una organización terrorista”

30/Ene/2024

 

En el día de ayer, se realizó la Sesión Especial de la Comisión Permanente por el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. Hoy publicamos el discurso del Senador Jorge Gandini del Partido Nacional, y en próximos días serán publicadas expresiones de los otros legisladores que hicieron uso de la palabra.

SEÑOR GANDINI.- Señor presidente: al inicio, quisiera agradecer a mi Partido que me haya hecho el honor de poderlo representar en una sesión tan significativa, tan importante como esta.

Quisiera iniciar mis palabras saludando a las autoridades que nos acompañan. Es muy importante que en un recinto parlamentario estén también autoridades del Poder Ejecutivo. La vicepresidenta de la República y tres Ministros, entre ellos el Canciller, están hoy aquí; también nos acompaña la directora de Cultura.

Quiero saludar a todas las autoridades de la comunidad y de las instituciones israelitas en nombre de Roby Schindler, presidente del Comité Central Israelita. También quiero resaltar la presencia de las demás autoridades de las diversas instituciones. Asimismo, debo destacar la presencia en la barra de la escritora española y exlegisladora, Pilar Rahola, una persona que merece ser seguida por su compromiso en este asunto.

Más allá de la solemnidad que la sesión requiere, debemos decir que esta es una sesión de alegría, la alegría que da toda jornada de lucha y compromiso. ¡Esta lo es! Se trata de la lucha y el compromiso con valores perennes, permanentes, por los que hay que luchar siempre y todos los días. Hoy, nuevamente, en el Parlamento se hace presente, pero no solo en el Parlamento. En nuestro país, el Parlamento es la institución más representativa de su soberanía y hoy, aquí, toma la recomendación de Naciones Unidas que en 2005, en su Resolución Nº 60/7, declaró el 27 de enero como el Día Internacional en Memoria del Holocausto, y recomendó a todos los países miembros que ese día se realizaran instancias de reconocimiento.

No voy a leer esa larga declaración, pero hay algunos pasajes de la resolución aprobada por la Asamblea General el 1º de noviembre de 2005 que son muy vigentes. En ella, la ONU reafirma:

«[…] que el Holocausto, que tuvo como resultado que un tercio del pueblo judío e innumerables miembros de otras minorías murieran asesinados, será siempre una advertencia para todo el mundo de los peligros del odio, el fanatismo, el racismo y los prejuicios.

[…]

Rechaza toda negación ya sea parcial o total del Holocausto como hecho histórico.

[…]

Condena, sin reservas, todas las manifestaciones de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades basadas en el origen étnico, las creencias religiosas dondequiera que tengan lugar».

Uruguay tomó esa recomendación; así lo hizo su Parlamento.

En 2011, por unanimidad, aprobó la Ley Nº 18.768, cuyo artículo 1º, dice: «Declárase el 27 de enero de cada año “Día de Recordación de las Víctimas del Holocausto”, honrando la memoria y dignidad de las víctimas del pueblo judío y otros colectivos». El artículo 2º, expresa: «Se considera de interés general que el sistema educativo, en homenaje a las víctimas del Holocausto, proceda a divulgar el Programa Nº 60/7 de Naciones Unidas». El artículo 3º establece que las emisoras públicas destinarán, en esa fecha de cada año, parte de su programación.

Quizás, en algún momento, tendremos que revisar el texto de esta ley, porque la memoria colectiva y la conciencia pública avanzan de tal manera que el interés colectivo de que el sistema educativo realice un homenaje a las víctimas está bien, pero no es suficiente. El sistema educativo debe incorporar el Holocausto no solo como homenaje, sino como aprendizaje.

Estos días, el debate público estuvo repleto de consideraciones vinculadas a la tragedia de los Andes para que ella se incorporara en el sistema educativo por todo lo bueno que trasmite y que existe en la esencia humana, pero también deberíamos trasladar lo que allí pasó para ser capaces de demostrar hasta dónde el hombre es capaz cuando está alimentado por el odio. Sin embargo, esa es otra historia.

El orden del día hoy nos trae hasta aquí  como usted lo leyó, señor presidente  para tratar la adhesión al día internacional de conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. Nuestro Parlamento adhirió a eso, y lo hizo no solo como adhesión, sino con una perspectiva de acción, educación y difusión. Lo hizo como una política de Estado, y el valor de las políticas de Estado es que cierran filas en una comunidad. Esta sesión de la Comisión Permanente le da contenido dado que el Parlamento es la máxima expresión de la voluntad del pueblo, pero, además, la sociedad uruguaya lo hace sin fisuras. Aquí todos tenemos el mismo compromiso y la misma convicción. Afortunadamente, vivimos en un país del que nos podemos sentir orgullosos porque no hay manifestaciones en todo el sistema político  ni la ha habido en ningún partido que ha gobernado este país  que tengan el más mínimo atisbo de rechazo a la existencia del Holocausto o de reivindicación mínima de algunas de sus características.

Hubo genocidios antes que este; hubo genocidios después.

Cuando hablo de genocidios no los confundo con masacres, que también las hubo, y matanzas; hablo del genocidio que lleva implícito el objetivo de exterminio de una condición o calidad humana, racial, étnica o religiosa. Este marcó a la humanidad por distintas razones, entre otras, porque la principal colectividad que sufrió sus efectos ha militado en esta causa para que no se perdiera su memoria.

Hace ya un largo tiempo, setenta y nueve años, de aquella tarde invernal del 27 de enero en que las tropas soviéticas llegaban a Auschwitz-Birkenau, abrieran aquel portón y se encontraran con la prueba del genocidio.

En mayo de 1940  antes  Auschwitz fue el séptimo campo de concentración que los alemanes levantaban. Ese proceso de exterminio sustanciaba una visión ideológica de la superioridad de unos que debían eliminar a los otros, a los diferentes, y evolucionó a lo que se llamó la solución final. La solución final tenía tal dimensión y escala que requirió un proceso de logística y de organización de una maquinaria de muerte que fuera capaz de ser llevada adelante en el volumen. Se perdió, seguramente, la perspectiva de que eran vidas humanas y se calculó hasta en lo económico: matar con balas era muy caro.

Auschwitz fue evolucionando en su etapa II y en su etapa III hacia la edificación de Birkenau, que fue un campo de exterminio diferente a los campos de trabajo esclavo y forzado. Birkenau se concibió como una máquina para aniquilar y por allí pasaron más de dos tercios de los recién llegados, que fueron directo a la cámara de gas.

Luego de este avance, el ejército soviético  que fue el primero que advirtió estos campos de exterminio en el proceso en que los aliados van conquistando territorio sin tener como prioridad la de liberar campos de concentración, sino conquistar territorio y hacer retroceder a las fuerzas alemanas  se encuentra con otras realidades, con testimonios terribles de lo que allí había pasado, como en el campo de concentración de Ohrdruf, en abril de 1945, que era un campo de trabajo esclavo hasta el exterminio. Allí llegaron los aliados, que lo encuentran vacío porque un par de días antes los alemanes, sabiendo que llegaban las tropas aliadas, resuelven conducir a todos a quienes allí estaban  que eran miles  por un territorio helado donde iban muriendo o siendo ejecutados.

En ese momento, surge esa fuerte idea del registro. Hay dos fotógrafos que ingresan con las tropas, y van recorriendo, van registrando. La humanidad había escuchado hablar; los soldados, sus mandos habían escuchado hablar; el rumor al que no se daba crédito muchas veces había llegado a ciudades lejanas del continente americano, pero nadie lo había visto. Nadie había llegado hasta allí, pero a partir de ese momento, un grito atronador en medio del silencio de ese inmenso vacío expresa el compromiso, la causa, la responsabilidad del registro: escribir, fotografiar, reunir con rigor y urgencia los testimonios de los sobrevivientes, registrar allí y en muchos otros campos lo que sucedía.

Tenemos testimonios de los sobrevivientes acerca de la Shoá y gráficos de lo que allí pasaba, que luego se verían muchos en las emisiones de cine  algunos pasaban solo lo que allí se registraba  y el mundo se fue enterando de aquella atrocidad sin límites.

Uno de aquellos fotógrafos fue Eric Schwab. Y como se dijo: «Las imágenes de sobrevivientes amuchados en las barracas, los cuerpos de las víctimas y, en especial, unos retratos estremecedores en los que en un gran primer plano fijaba las caras de estos hombres que habían escapado del infierno. Schwab les devolvía la humanidad, esa que les habían negado por años, esa que se había perdido de sus ojos con miradas muertas. La piel traslúcida, adherida a los huesos que salían filosos de cada ángulo de la cara, esqueletos con un hilo de vida que tendrían una segunda oportunidad».

La historia de Levin y Shwab está narrada en el libro 1945. Cómo el mundo descubrió el horror.

Y fue acertado ese registro, así como también aquella idea de Eisenhower de que todo soldado licenciado que en esos días estuviera cerca de un campo de concentración fuera trasladado para que ingresara y lo viera, y aquella idea de trasladar a los alemanes cercanos a los campos de concentración para que ingresaran y vieran lo que allí estaba pasando. Fue acertado no solo porque se generó conciencia, no solo porque se mostró lo que la condición humana había llegado a hacer en su lado más oscuro y despreciable, lo que el odio puede llegar a justificar, sino porque, además, constituyó prueba irrefutable primero para el juicio y el castigo y, luego, contra la negación, contra intereses ideológicos que décadas después quisieron instalar la idea del negacionismo, de que el Holocausto no había existido.

En enero de 2018  o sea, recientemente  las Naciones Unidas  algunos de cuyos representantes también nos acompañan hoy  resolvían una definición de Holocausto basada en una definición anterior del IHRA  por su sigla en inglés  (Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto), que dice:

«La negación del Holocausto es el discurso y la propaganda que niegan la realidad histórica y el alcance de la exterminio de los judíos por parte de los nazis y sus cómplices durante la Segunda Guerra Mundial, conocido como el Holocausto y la Shoá.

La negación del Holocausto se refiere específicamente a cualquier intento de afirmar que el Holocausto/Shoá no tuvo lugar. El negacionismo del Holocausto puede incluir la negación pública o la puesta en duda del uso de los principales mecanismos de destrucción (como las cámaras de gas, los fusilamientos masivos, el hambre y la tortura) o la intencionalidad el genocidio del pueblo judío».

La definición termina diciendo: «La negación del Holocausto en sus diversas formas es una expresión de antisemitismo».

En varias sesiones anteriores en las que el Parlamento se reunió  como esta vez  las intervenciones de diversos legisladores incluyeron la pregunta de si el mundo habrá aprendido realmente de aquellos horrores. Es un debate y una lucha que deben ser permanentes: la civilización y la fraternidad universal contra la barbarie. Es una lucha diaria por el Nunca más, que inspira todas estas acciones.

Evidentemente, hoy estamos fracasando. No podemos estar hoy, aquí, conmemorando aquel tiempo, recordando a las víctimas de aquel Holocausto, y no recordar también, pasando por alto, indiferentes o en puntas de pie, un acto similar, inspirado en el mismo odio, en la misma vocación de extermino del mismo pueblo, con ese mismo sentido genocida.

Hace apenas un poco más de cien días la humanidad volvió a ser testigo de otra agresión inspirada en el odio, la vocación y el mandato de exterminio, que solo puede ser calificada de acto terrorista, generado, concebido y realizado por una organización de esa naturaleza que  ¡es verdad!  cogobierna o gobierna un territorio, pero acciona en sus métodos y en sus intenciones como una organización terrorista.

Nosotros aquí, en el Parlamento, no podemos recordar a las víctimas de la Shoá sin recordar a las víctimas del 7 de octubre. Hoy mismo, ahora mismo, son las cuatro y pico de la tarde en Gaza, y Kfir Bibas, que cumplió un año el pasado 19 de enero, sigue cautivo. ¡Niños, mujeres, adolescentes, hombres y ancianos están ahora secuestrados, producto de aquel acto terrorista!

Todos vimos lo que pasó aquella madrugada; todos lo vimos. Y lo vimos porque los propios terroristas, orgullosos e impunes en su accionar, lo filmaron. No fue como en Auschwitz, donde los que se retiraron, intentaron en aquel tiempo destruir las cámaras de gas y dejar la menor cantidad de pruebas posible, pero por supuesto fracasaron, y el registro, como veíamos, lo hicieron quienes ganaron; porque si no hubiéramos ganado aquella guerra, no sé si nos hubiéramos enterado. En este caso, el terror y el horror fueron registrados por los mismos victimarios.

¿Qué voy a agregar yo acá acerca de lo que ya todos hemos visto? El odio solo puede inspirar la matanza de civiles indiscriminadamente. Murieron ese día más israelíes en el territorio de Israel que en cualquiera de las guerras anteriores por la independencia. Fue un día terrible, en el que violaron mujeres, explotaron sus vaginas, cortaron sus vientres y degollaron a los niños que en ellos estaban. ¡Filmaron aquella atrocidad!, y la difundieron en el mundo. No hay alguien en esta sala que no considere que ese movimiento es una organización terrorista.

Quizá en otras ocasiones estuvimos aquí en esta misma fecha y en esta misma Casa para cumplir el ritual de recordar y no olvidar; como un compromiso. Algunos interrumpimos vacaciones y vinimos para decir: “Aquí estoy”. No es el caso; hoy, es una sesión diferente. Estamos aquí no mirando el pasado para que no se repita en el futuro; estamos aquí mirando el presente; estamos adentro del genocidio; estamos viendo la Shoá hoy, porque la inspiración del odio y la vocación de exterminio es tal en la declaración constitutiva de ese grupo terrorista que no tuvo miramientos, que cometió crímenes de guerra, que cometió crímenes de lesa humanidad, que se dirigió a la población civil.

Por lo tanto, hoy estamos acá metidos en el medio del conflicto, y quizás el Nunca más ha quedado en suspenso. Y para que el Nunca más sea realidad algún día, esta sesión tiene que servir para recordar a las víctimas de la Shoá, recordándolas junto con las víctimas del 7 de octubre.

No venimos a discutir aquí lo que pasó después; ya lo haremos. Ya analizaremos la reacción del Estado y del gobierno de Israel; ya hablaremos sobre las consecuencias; ya pondremos sobre la mesa si había otra forma de reaccionar de un pueblo al que le asesinaron 6 millones de compatriotas. Y discúlpeme, señor presidente: quizás estoy siendo un poco largo.

No hay manera de separar estas dos cosas, pero podemos dejar eso para otro día, porque nos sometería al debate. Lo que sí es claro es que nadie puede negar hoy que hubo un acto terrorista y que Hamás es una organización terrorista con fines genocidas.

Como representante de Uruguay en la Unión Interparlamentaria Mundial, integro el Grupo Consultivo de Alto Nivel sobre la Lucha contra el Terrorismo y el Extremismo Violento. Formo parte de él; concurro a las sesiones. Podría introducirme hoy, acá, en el análisis más detenido y profundo de grandes pensadores e intelectuales, de doctrinas, pero creo que hoy es tiempo de otro compromiso, de otros pasos, y a eso me compromete.

Uruguay debe alzar su voz; debe hacer algo más, no solo recordar.

Uruguay integra hoy, como país observador, la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), organización intergubernamental fundada en 1998, que reúne a gobiernos y expertos para fortalecer, avanzar y promover la educación, la investigación y el recuerdo del Holocausto en todo el mundo, y para cumplir con los compromisos de la Declaración del Foro Internacional de Estocolmo sobre el Holocausto.

El IHRA tiene treinta y cuatro países miembros  entre ellos, veintiocho europeos, además de Argentina, Canadá y Estados Unidos de este lado del océano , y siete países observadores: cinco europeos, Uruguay y El Salvador.

Esta organización fundada por el sueco Göran Persson merece mayor relieve. Yo ya he conversado con nuestro gobierno.

Entendemos imprescindible que Uruguay se convierta en miembro pleno de esta organización y dé un paso más de compromiso. Lo hemos hablado con el presidente de la República; lo hemos hablado con el canciller y lo volveremos a hablar, porque no hay razón para observar; hay que estar adentro, y Uruguay tiene historia y trayectoria para hacerlo.

Además, ante la Shoá, la comunidad judía tiene el derecho al recuerdo y la conmemoración del Nunca más; en cambio, ante la misma Shoá toda la humanidad tiene la obligación del recuerdo y la conmemoración del Nunca más. Por lo tanto, dentro de esa obligación Uruguay debe alzar su voz, que es prestigiosa, que escuchada, y este no debe ser solo un acto de solidaridad con el pueblo judío. Esta agresión, este acto de odio de una minoría, del cual fuimos testigos hace menos de tres meses, fue contra todos nosotros, contra nuestros valores, contra una civilización agredida. Somos parte y estamos todos en riesgo, señor presidente; en riesgo y en peligro, y los valores fundamentales del mundo en el que vivimos, donde la libertad y la democracia son centrales, están en riesgo.

Ustedes conocen las frases que están en el memorial del Shoá en Boston: “Cuando los nazis vinieron por los comunistas […]”. Estaba recordando que al final, cuando vinieron por él, ya no había quién pudiera protestar.

Seamos conscientes del proceso que vive la humanidad.

Por eso hoy planteamos que la tradición de Uruguay puede no ser modificada, y la tradición es que Uruguay vaya detrás de la Declaración de las Naciones Unidas cuando esta define cuándo una persona u organización es terrorista.

No digo que lo modifiquemos, pero tenemos voz en Naciones Unidas, y Uruguay tiene que levantar esa voz para declarar a Hamás como una organización terrorista que, además, tiene en su carta fundacional el objetivo del exterminio del pueblo judío. Uruguay debe procurar esa declaración de Hamás como grupo terrorista, al menos en el ámbito de Naciones Unidas, y seguramente, dentro del sistema político podremos avanzar en la declaración de esa convicción.

El terrorismo no puede tener lugar, no se puede justificar, no puede haber quien encuentre la más mínima razón para justificarlo; de lo demás se podrá discutir, pero no de los valores fundamentales y de cómo tenemos que mirar, ya no el futuro: el presente.

¡Que el pasado sirva, señor presidente, para no esquivar nuestra mirada del presente! Algunas generaciones lo hicieron y lo pagaron después. Este país no debe estar indiferente. Debemos tomar y dar esos pasos en homenaje, hoy, a las víctimas de la Shoá.

Gracias, señor presidente.